La cirrosis es la consecuencia final de múltiples enfermedades hepáticas. Es una etapa tardía de cicatrización del hígado (fibrosis) que puede ser generada por muchas enfermedades que afectan al hígado de manera crónica.

Cada vez que el hígado sufre un daño (que puede ser por consumo excesivo de alcohol, por acúmulo de grasa, por infecciones virales, etc), el hígado intenta protegerse y repararse; y en este proceso forma tejido cicatrizal. Cuando esto ocurre por mucho tiempo, se forma más y más tejido de cicatrización y esto causa cirrosis.

Es importante saber que el hígado es un órgano muy noble y muy aguantador. Esto hace que en las etapas tempranas de cirrosis los pacientes no tengan casi ningún (o ningún) síntoma (a esto se le llama cirrosis compensada). A medida que la cirrosis avanza, van empezando a aparecer los síntomas que son muchos y muy variados.

Por ejemplo:

  • Ascitis: Acúmulo de líquido en el abdomen.
  • Várices esofágicas: Son venas gruesas y protruyentes que aparecen en el esófago (el tubo que conecta la boca con el estómago) que pueden reventarse y provocar vómito con sangre o evacuaciones sanguinolentas.
  • Ictericia: Coloración amarillenta de la piel.
  • Encefalopatía hepática: Es un estado de desorientación que ocurre cuando el hígado funciona inadecuadamente. Esto pasa ya que los productos que normalmente el hígado limpia de la sangre se acumulan y pasan al cerebro.

La cirrosis hepática es una enfermedad incurable; sin embargo su diagnóstico temprano y oportuno puede limitar su avance y sus complicaciones.

También es importante saber que el tratamiento oportuno de las enfermedades que provocan cirrosis (alcoholismo, hígado graso, hepatitis C, etc) puede prevenir la cirrosis y todas las alteraciones que esta conlleva.

Si tienes dudas, acude a un especialista para una valoración y orientación.

Dra. Graciela López Mata
Hepatología y Gastroenterología